Usuarios en redes sociales y youtubers más intrépidos han expuesto esta realidad cruda compartiendo imágenes que capturan la esencia misma de la desesperación.
Las historias de las personas que se comportan como muertos vivientes, consumidos por el fentanilo y la heroína, se han vuelto virales en la era donde la digitalización permite masificar este tipo de imágenes.
En el centro de esta crónica se encuentra el youtuber Zazza, un narrador moderno que decidió enfrentar la oscuridad que se vive en Kesington Avenue.
Zazza nos lleva de la mano a través de las calles asoladas por la droga, documentando la lucha de las personas que tratan de combatir su adicción.
“El fentanilo me permite ver a mi familia [muerta]”
Joe, un joven de apenas 21 años de edad, compartió al youtuber su doloroso viaje a través de la adicción, donde la droga se ha llevado a su madre, hermano y primo.
A pesar del devastador precio que ha pagado, Joe confiesa que la droga también le brinda un efímero vistazo de la familia que perdió a medias, pues su inconsciente se la regresa en momentos no tan lúcidos.
“Mi madre murió de sobredosis delante de mí. Tengo 21 años, hermano. Mi único hermano murió de eso. Esta mierda mata a todo el mundo. Mi primo murió también de esto”, dijo.
El fentanilo es una droga sintética considerada una pandemia en Estados Unidos, pues ha dejado una huella indeleble en Kesington Avenue.
El barrio que alguna vez simbolizó el trabajo duro y la comunidad ahora es una zona plagada por la adicción y la miseria.
A pesar de los intentos de las autoridades y los valientes voluntarios que cortan el pelo gratis para darle un poco de dignidad a los adictos, el fentanilo no detiene su paso mortífero.
Cada dosis de fentanilo tiene un precio que va entre los tres y los cinco dólares, lo que supone que es de las más baratas en el mercado pese a sus consecuencias.
Aunque el fentanilo es la droga que ha sumido a una inmensa mayoría al punto de crear a los zombies de Filadelfia, no es la única droga imperante en la zona: la marihuana, la cocaína y el crack son otros de los distintivos que abonan a esta crisis de salud pública que invade las calles estadounidenses.